
1º.- No  vamos a darle vueltas a qué es el amor, digamos que el amor bueno y verdadero no  se acaba ni se rompe, y, a lo peor, dado nuestros egoísmos y egocentrismos, ni  siquiera lo hemos conocido; por lo tanto, en una relación de  pareja, lo que se acaba y se rompe debe ser otra cosa, y “el amor” lo qué se  dice amor, brillaba por su ausencia.
2º.-  Una relación de pareja puede sostenerse por muchas cosas, unas muy  positivas y otras no tanto. Pero las que cito a continuación son verdaderamente  negativas: humillaciones, golpes, culpa, dependencia, celopatías, dominación y  aniquilamiento sistemático de la autoestima y de la dignidad de la otra persona…  Sí esto ocurre… Es más, si esto se atisba en el horizonte, lo más sano es romper  lo antes posible. Ayer, mejor que hoy.
3º.- La  culpa… ¡Ay, la culpa!... La culpa es muy negra y nadie la quiere.  Cuando una relación se rompe, se rompe y listo. En los casos  normales –me refiero a casos en los que las situaciones del punto 2º no se dan-  no hay “culpables”, y los “fallos” están bien repartidos entre  ambas partes. Lo que hay es sólo adultos que deciden cambiar de ruta, así que  deja de torturarte cómo protagonista de novela rusa, ponte tus mejores galas,  sal a la calle y respira hondo: la vida es bella y está dispuesta a sorprenderte  tras cualquier esquina con un nuevo comienzo  maravilloso.
4º.- La  culpa, esa tremenda cosa que nos pesa como losa de una tonelada, en los casos en  los que se dan las situaciones del punto 2º, también está repartida entre los  dos pares de la pareja: En el caso de la persona de la pareja que es quien,  persigue, aniquila, maltrata etc. por hacer lo que  hace; y en el caso de la persona de la pareja que lo sufre, por aguantarlo y  seguir ahí. Porque esas violencias se aprecian desde el comienzo y es ahí el  momento de cortar, o por lo menos, eso es lo sano. Es complejo, sí, lo sé; y hay  muchos condicionantes, sí lo sé… Pero el peor de los condicionantes –salvo  enfermedad- es la sumisión y la comodidad, o el justificar que se sigue en esa  relación “por los hijos”.
5º.-  Cuando en la ruptura de una relación de pareja hay hijos, es  necesario grabarse a hierro y fuego en las neuronas que los hijos no son, en  ningún caso, culpables de nada. Y esta aseveración no tiene paliativos.  Mangonear a los hijos a favor de los intereses propios es una grave agresión  contra los menores.
6º.-  Los que se separan al romper, son los miembros de la pareja.  Los hijos “no se separan”, siguen siendo hijos de cada uno de los miembros: el  padre sigue siendo padre; la madre sigue siendo madre; y los hijos siguen siendo  de los dos por igual. Tampoco disminuyen ni cambian ninguna de las  responsabilidades contraídas con los hijos por los padres, en la  separación.
7º.- Pretender manipular a los hijos para  indisponerlos contra el otro miembro haciéndoles regalos desproporcionados o  satisfaciendo todos sus caprichos, o tratar de que el otro miembro vuelva  utilizando la misma estrategia, no sólo es inútil, sino que se convertira en una  fuente de sufrimiento gratuito para los dos miembros y para los propios hijos,  en tanto y en cuanto van a realizar un aprendizaje de la manipulación y  "compra" del cariño, junto a una maestría de la aplicación de los chantajes  afectivos desastrosos, con consecuencias nefastas para todos a corto, medio y  largo plazo.
8º.-  También hay que gravarse a hierro y fuego que –salvo casos de daño  y prejuicios a los menores- tras una separación o/y divorcio, si  hay hijos, la familia de cada miembro de la pareja es para los hijos “la  familia”, no “dos familias” y todos los miembros de esa familia de los hijos  –formada por los cuatro abuelos y los tios y primos que hubieren por ambas  partes-, tienen los mismos derechos y deberes respecto de esos hijos habidos en  la pareja por mucho que se hayan divorciado, separado o lo que sea. Llevarse mal  con los suegros no debe ni puede implicar que los hijos tengan también que  apartarse de ellos.
9º.-  Esto es un sencillo decálogo de “estar por casa”, no una  relación exhaustiva y cerrada de situaciones y casos de ruptura, ni un manual  infalible y dogmático de “soluciones”. De modo que si estás atravesando por una  situación de ruptura y sufres por encima de tus posibilidades, lo ves todo negro  y te ahogas en ello, y no sabes como resolver el duelo de la pérdida, pide ayuda  profesional sin tardanza. Pedir ayuda no es sinónimo de estar mal de la cabeza,  ni de llevar un estigma, ni de ser inútil, ni nada parecido. Es simplemente  pedir ayuda, y es muy positivo hacerlo.
10º.- Y  cuando todo haya acabado, no te instales en quejas ni te revuelques en el dolor.  Hacerlo sólo te prolongará un sufrimiento gratuito. A todo final le sucede un  principio lo mismo que a todo principio le sucede un final. Mira el día y la  noche: la oscuridad se acaba y llega la luz; la luz languidece y llega la  oscuridad y todo ello en un ciclo armónico de vida. Cada siete años, todas las  células de nuestro cuerpo se renuevan. El paso de la pubertad y adolescencia a  la adultez, supone que perdemos nuestros cuerpos de niños, pero ganamos nuestros  cuerpos de adultos. En toda pérdida hay una ganancia que se sucede y que nos  trae un nuevo aprendizaje. Un enriquecimiento. La misma relación de pareja,  aunque no “se rompa” debe atravesar por sucesivas muertes y renacimientos si  quiere progresar. De manera que abre los ojos y el corazón y permite que la vida  fluya a través de ti. Ello será el mejor bálsamo que puedas  aplicarte.
Carmen Moreno Martín.
Alias Hannah.
1 comentario:
RESPUESTA DE UN ESPECIALISTA:
1.- Respecto al punto 1 decir que se debe referir al amor divino, porque lo que es el humano, y más el de pareja, sí que se puede acabar y romper.
2.- Todos los demás puntos se pueden resumir en tres:
a) Siempre hay un culpable ... suelen ser los dos. Aunque a veces uno/a se lo gana a pulso.
b) Los hijos no son moneda de cambio. La obligación de todo padre/madre es procurar su desarrollo equilibrado ... y el más feliz posible.
c) A todo principio le sucede un final (punto 1 del decálogo al carajo) y a todo final un principio. Si no lo ves, pide ayuda. Pero cuidadín con la ayuda que pidas, mejor un/a buen/a amigo/a ... más efectivo y barato.
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